ADMINISTRAR Y LIDERAR
Esta mañana el Presidente Andrés Manuel López Obrador hizo hincapié en la importancia de la integridad moral en las y los servidores públicos, que tienen la misión de lograr por la vía institucional una verdadera y profunda transformación de México.
Habló de su función de mandatario no como la de un mero administrador, sino como responsable de actuar en consonancia con principios morales que sirvan de guía a la sociedad en su conjunto.
“El presidente de México, en las circunstancias actuales, debe ser también un dirigente”, afirmó.
Andrés Manuel ha insistido constantemente en un llamado al rescate de los valores morales, culturales y espirituales, que logren suplir el vacío que dejó la época neoliberal con su cultura de la masificación y la ambición de la economía inmoral.
Claudia S. Krmpotic, en su escrito: “la espiritualidad como dimensión de la calidad de vida”, refirió que los compromisos de la refocalización espiritual giran en torno de dos notas fundamentales: 1) la crisis civilizacional y su impacto en la economía, la ciencia, la tecnología, los valores y la ecología; y 2) los debates en torno del sujeto y el rescate de la identidad como vía de comprensión de los conflictos sociales, de género e interétnicos que plantea la diversidad cultural.
Asimismo, advierte que para ello deber tenerse en cuenta la historia social de cada país y comunidad para pensar la espiritualidad desde un ángulo de comprensión -deliberadamente secular- en torno de una espiritualidad como experiencia vivida, en lugar de una espiritualidad ligada a las prácticas y al lenguaje religioso.
El bienestar material no puede entenderse de forma separada del bienestar espiritual, ya que ambos colaboran para crear verdadera calidad de vida.
Si cometiéramos el error de ambicionar solamente el bienestar material, fácilmente la avaricia capturaría toda nuestra atención hasta volver casi invisible la carencia del bienestar espiritrual que provocaría, sin embargo, las consecuencias se recienten en el desfalco de las finanzas públicas, en la seguridad y en la agudización de la desigualdad, pobreza y explotación.
Procurarnos los medios materiales de vida es de primera importancia para darle calidad a la misma, pero sólo a través de la congruencia con nuestros propósitos y deseos más profundos podemos dotar de significado nuestras vidas y alcanzar el bienestar espiritual.
Obtener una buena nota haciendo trampa, conseguir riquezas con actos de corrupción o gobernar a través del fraude no pueden nutrir nuestro espíritu, es sólo el esfuerzo y la dedicación la que nos vuelve hijos de nuestro esfuerzo y padres de nuestras obras.
En este sentido, la dirigencia moral de la que habla Andrés Manuel no es la voz de mando que ordena lo que hay que hacer, sino la guía que nos apoya para alcanzar las metas sin alejarnos de nosotros mismos; esa voz existe en cada uno de nosotros y aprender a escucharla es tanto un reto personal, como una necesidad colectiva.