FUNDACIÓN DE LA MUY NOBLE Y LEAL CIUDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOS ZACATECAS
Históricamente fue el 8 de septiembre de 1546 cuando Juan de Tolosa, Baltasar Treviño de Bañuelos, Cristóbal de Oñate y Diego de Ibarra conocieron las minas y fundaron los primeros asentamientos en lo que hoy es la capital de Zacatecas, pero fue en 1855 cuando el Rey de España Felipe II, le otorgo el nombre de la Muy Noble y Leal Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas y su escudo de armas, según explica el INAFED.
Con este nombre fue conocido nuestro estado de 1588 a 1824, cuando entró en vigor la constitución federalista de ese año, en la que se reconocían 19 estados, 5 territorios y el distrito federal como partes integrantes de nuestro país.
Con el escudo de armas también se integró el lema como nuevo símbolo de nuestro estado, que como todos sabemos es: “labor vincit omnia” que significa «el trabajo lo vence todo», con lo que se insinuaba la esperanza de progreso que nuestro estado representaba para cualquiera con disposición de poner manos a la obra en cualquiera de sus vocaciones tradicionales: la minería, la agricultura y la ganadería.
La enorme influencia religiosa en la región se puede observar en el escudo que el Rey Felipe II otorgara, en el que se observa como imagen central a la Virgen María, por lo que con el pasar de los años nuestra ciudad se ha convertido en un importante destino de turismo religioso, junto con el Santuario del Santo Niño de Atocha, en Fresnillo, que es uno de los 3 centros religiosos más visitados de México.
La influencia del catolicismo fue absoluta durante la colonia, pero aún en 1824, con una constitución federal, permanecía la intolerancia religiosa, al establecer la religión católica como única oficial en México, aunque la capital pasó a llamarse simplemente Ciudad de Zacatecas.
Pasado el tiempo la laicidad fue ganando terreno y desarrollando su teoría y práctica hasta llegar a la época moderna, donde la separación de la Iglesia y el Estado no es un impedimento para la libertad religiosa, sino una garantía de convivencia pacífica entre distintas expresiones culturales.
No cabe duda que la laicidad es pilar de la democracia, pero es cierto que las libertades también lo son.
Aprovechemos estas fiestas decembrinas para vivir nuestras tradiciones con responsabilidad y respeto para todos los miembros de nuestra comunidad.